“LO QUE HAGO NO ES IMPORTANTE”
- Carolina Rodríguez
- 10 ene 2019
- 4 Min. de lectura
Resulta que hace tres años empecé el proyecto de tener mi propia pastelería, está idea no siempre estuvo en mi mente y menos en mi corazón o al menos era lo que yo creía. El encuentro más cercano con este arte, era hacer una torta de plátano, que al día de hoy pienso ¿cómo nos comíamos eso? Porque era una cosa dura y cruda por dentro, aunque bueno, cuando se hace con amor hasta las piedras quedan deliciosas. Sin embargo, la idea de cocinar había llamado mí atención desde joven, aunque obvie este deseo porque creía que lo importante en la vida era tener una estabilidad, recibir un sueldo fijo, trabajar y ascender en una empresa (cosa que no está mal, pero no era lo mío).
Pasaron los años, salí del colegio, estudie finanzas y me enganche en algunas empresas, luego me case y un poco antes de hacerlo, pensaba en que no quería estar todo el tiempo fuera de la casa, porque además de trabajar, estaba estudiando de noche y esto me impediría compartir tiempo con mi esposo. Entonces tuve la idea de abrir una tienda de regalos, eso, fue escuela para mí. Esté almacén lo tuve por tres años, y en ese tiempo, lloré, reí, sufrí y me endeude terriblemente al punto de que la insolvencia era insoportable.
Unos meses antes de tomar la decisión de vender el lugar, había quedado embarazada de mi hija y eso me llevo a plantearme nuevamente los pro y los contra, por lo que tomé la decisión de vender el lugar, en ese entonces trabajaba con mi hermana, quién era mi amiga, mi parcera y mi socia. Las dos quedaríamos sin trabajo, ambas casadas y con hijos pequeños, así que la idea de emplearnos no estaba en nuestros planes de vida. El tema de la pastelería ya daba sus primeros pasos en mi corazón, pero no para un negocio, sino algo más como un hobby. Sin embargo, no lejos de esa idea, mi hermana y yo comenzamos a hacer chocolates y emprender con este producto.
Un año más tarde, mi hermana falleció y eso fue un golpe terrible para mi familia y para mí. Además del duelo que tenía que vivir, pensaba en esa montaña de deudas que me habían quedado gracias al almacén, entonces me dejé llevar por mi corazón y sin pensar si funcionaría o no, empecé a capacitarme en el arte dulce de la pastelería y comenzó mi emprendimiento, más adelante les contaré esa travesía, porque estoy segura que aprenderán mucho de cómo fue que inicie toda esta aventura.
Bueno, todo esto paso así a grandes rasgos, hasta el día de hoy trabajo y me proyecto en el crecimiento de mi negocio. Pero no todo ha sido proyección y buenos deseos, muchas veces trabajando sola, quise rendirme, me sentí frustrada porque no veía las cosas como las veo ahora. Mi deseo de ser independiente nació de la necesidad de estar en mi hogar, pendiente de mi hija, de mi esposo y compartir tiempo con ellos y todo lo que implica ser ama de casa. Lograr un equilibrio entre tantos roles no es cosa sencilla, porque también quería ver mi crecimiento profesional y personal, muchos vieron por poco lo que hacía, lo veían como un pasatiempo, hasta algunas veces me llegaron a sugerir que era mejor emplearme para no dejar toda la carga económica en mi esposo.
Esto eran flechazos directos al corazón, porque este trabajo era la salida, nada fácil, para estar con mi hija porque no me quería y no me quiero perder nada de lo que pasa en su desarrollo, creo que ella necesita tanto de mí, como yo de ella y su crianza no la quería dejar a cargo de alguien más. Yo y solo yo quiero estar al pendiente de sus tareas, de llevarla al jardín, de preparar la comida y hacer los quehaceres de la casa (aunque debido a mi emprendimiento, en ocasiones he tenido también que delegar, pero siempre bajo mi supervisión).
Mi corazón estaba en el hogar, sin embargo, a veces flaqueaba porque llegue a pensar que lo que hacía no era importante. Me parecía que las mujeres de oficina eran más interesantes que un ama de casa dedicada hacer pasteles y más aún cuando tenía un montón de trabajo y al final del día estaba ojerosa, llena de harina y chocolate. ¿Qué interesante podría ser una mujer así?, la comparación y la falta de amor propio me hicieron sentir menos, frustrada y estancada.
PERO afortunadamente, no oí por mucho tiempo esa odiosa voz interna que me decía todo eso y aprendí algo muy importante, YO NO SOY LO QUE HAGO, y aunque amo a lo que me dedico, entiendo que soy una mujer valiosa por lo que está en mi corazón, porque entrego mi corazón a lo que amo, porque dentro de mi arde un deseo y una pasión por mi familia, por mi emprendimiento y a este último ya no lo veo como menos, porque me ha dado y me ha enseñado más de lo que pensé alguna vez tener o recibir.
Lo que hago SÍ importa, y sí vale mucho!!! Porque qué sería del mundo sin mi tortas? jajajaja. Sea donde sea que estés, lo que haces vale, o ¿por qué lo que estás haciendo, no se hace solo?. Barrer, servir tintos, limpiar, cocinar, gerenciar, escribir, conducir… no sé, muchos oficios similares, muchas veces son tenidos por poco, pero todo ello importa. Importa lo que haces, pero importa aún más la intensión del corazón con la que trabajas, con la que haces las cosas para ti o para tu familia.
Sigue creciendo y no te conformes, pon a disposición del mundo y de los que te rodean eso que sabes hacer, pero sobre todo ama y valora aquello que tienes en tus manos, eso vale más que cualquier cosa!

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